Brad Edmonds. Aboliendo el estado. Quinta entrega.

Esta quinta entrega de la saga está centrada en la persuasión tendente a reducir el impacto negativo que tienen las ideas antiestatistas en el común de la gente, gracias a siglos de propaganda y lavado de cerebros en iglesias estatales y escuelas públicas.Sirva como pequeño manual de actuación en la vida diaria, plagada de conversaciones con las personas de nuestro entorno y donde la posibilidad de ir mellando, golpe a golpe, la fe en el estado total es infinita y donde cada semilla de duda sembrada en la mente de los serviles es un potencial abolicionista en el futuro.

Sin más:

 

 

 Cómo persuadir a los demás de la necesidad de abolir el Estado

«Todos podemos ayudar mediante la práctica del arte de la persuasión de la gente con la que discrepamos. Por supuesto, cuando nos equivocamos en algo, también necesitamos reconocerlo –esto requiere imparcialidad emocional y habilidad de razonar, y desafortunadamente, depende también del conocimiento y de las habilidades comunicadoras de la otra persona. Pero incluso cuando los hechos y la lógica están de nuestra parte, aún hemos de permanecer alerta. Nunca es sencillo para alguien considerar una opinión opuesta, así que se necesitan gran habilidad para que cuaje en la otra persona. Tal habilidad puede ser convincente, así como lo fueron algunos tipos con mensajes repugnantes –Hitler, Jim Jones y otros son ejemplos de ello.

Tanto los hechos como la razón están de parte de la abolición del Estado, pero los estatalistas están demasiado atados al tópico y creen en demasiadas falacias, como la de que la Guerra Civil fue diferente que la Revolución Americana o que el Estado debería prohibir ciertos tipos de droga. Durante la discusión las palabras inundan la conversación, la gente se emociona y nadie puede llegar a la correcta persuasión.

Las reglas básicas: Utilice siempre la honestidad, la amabilidad, la generosidad e incluso el humor. Estas cosas parecen obvias, pero es fácil errar durante una discusión. Si alguien dice algo absurdo, está creando una oportunidad para que sea amable –“ésa es una opinión compartida por mucha gente” es una buena respuesta- mejor que un igual de amable pero deshonesto “ése es un buen punto”. Si alguien le insulta, una táctica válida que puede calmar las aguas es “Puede que sea o no sea verdad el hecho de que sea un pirado pero al menos no estoy hablando sobre si deberíamos o no bombardear Eslovenia”. Y si usted es más brillante que su oponente, es mejor no hacer esto muy perceptible. Ésta es la parte generosa; centrada en los datos y principios, y le hace a su oponente razonar sobre sus propias conclusiones. Hágale sentir inteligente. La mejor forma de guardar el interés por usted es haciéndose relacionar con un aumento del autoestima de su oponente.

A la gente le encanta hablar sobre si misma, así que háblele a su oponente de él. Cuando después le ofrezca soluciones liberales para temas que le impacten, puede adaptarlas a sus situaciones personales. De esta manera usted ha conseguido que le tenga cariño, le ha hecho pensar que es usted un gran conversador (porque tuvo una oportunidad para hablar sobre él); y le ha dado ideas que le parecen plausibles, llegando de esa manera a su mente.

¿Son estas tácticas taimadas o manipuladoras? Ciertamente lo son, así como otras tantas acciones que realizamos con otras personas durante el día. A veces nos damos cuenta de que lo estamos haciendo, otras no. La verdad es que la honestidad, la bondad, la generosidad y la templaza emocional sean manipuladoras o no, confeccionan el comportamiento moral apropiado en estos casos. Hacer que alguien se sienta mejor mientras le abres la mente a opciones que nunca había considerado, con las que nunca antes se había enfrentado, es algo positivo. La manipulación es algo malo cuando se lleva a cabo como táctica dañina y deshonesta o cuando uno tiene fines que entran en conflicto con el bienestar su oponente.

Es importante que persuada. Cuantas más personas enamoradas del Estado encuentre, mejor estaremos todos si cambian de posición: Así cómo Billy O’Reilly u otros bombarderos felices neocón racionalizan la matanza de niños en Irak o Afganistán; “Los individuos son en última instancia responsables de sus respectivos Estados.”

Nadie ha mostrado tanto la amabilidad de mostrar el caso de la abolición del Estado coactivo como Mary Ruwart. En su libro «Curando el mundo en una era de agresión», escrito hace diez años pero revisado con nuevos datos en 2003, la Dr. Ruwart nos provee de brillantes ejemplos de privatización, desde las carreteras hasta la medicina o la policía; y también específicos ejemplos de los errores del Gobierno de USA y sus crímenes, y por supuesto todo ello bien documentado. Más allá de esto, Ruwart hace un excelente trabajo explicando las razones básicas de por qué el Estado siempre yerra –el libro no es una mera tabla de triunfos privados y errores estatales. [La edición de 1993 se puede descargar libremente acá.]

Si usted ha leído a Rothbard, Hoppe, Benson, Mises y otros autores semejantes, no encontrará en Ruwart nada nuevo en el ámbito teórico; para los liberales ilustrados, el libro es más que nada útil por los datos y ejemplos, contándose por cientos. La parte más usada en mi caso es la bibliografía. El libro es brillante en su llamamiento a los izquierdistas y a aquellos nuevos en teoría liberal. Ruwart utiliza terminología similar a la compasión, y apela a los ungidos estatistas que pretenden encontrar la solución de la pobreza en la redistribución de ricos a pobres, que creen que un buen plan sanitario surge cuando el Estado se encarga de ello, y demás supercherías. Cuanto más izquierdista sea el lector, más directo y persuasivo será este libro.

Además, yendo aún más lejos, Ruwart culpa directamente al lector, aunque siempre con respeto, por utilizar la fuerza del Estado para repeler cualquier enfermedad social. Este recurso es utilizado en cada capítulo del libro, y cada uno de ellos recoge todos los compromisos del Estado. El libro está dirigido sobre todo a aquellos que necesitan convencimiento. Ruwart comparte aquella frase de Billy O’Reilly de que los individuos al final son los únicos responsables de su Estado. A diferencia de O’Reilly, Ruwart muestra por qué, nosotros, gente normal, tenemos las herramientas y la responsabilidad de terminar con el Estado. Incluso su libro contiene un capítulo sobre cómo comenzar en la labor.

En un cordial y comprensivo tono, Ruwart presenta al Estado y a todos aquellos que utilizan la violencia para solucionar los problemas sociales como los auténticos agresores. Es amable, generosa, no ataca a los lectores y no escribe en clave petulante. Este libro sería un excelente regalo para alguien que actualmente crea en el Estado.

¡Ahora, ve a persuadir a alguien!

Apéndice: Escribí recientemente en relación a las propuestas sobre cómo las carreteras privadas podrían funcionar, y en ese momento utilicé varias ideas que actualmente están en uso, pero he de decir que ciertamente el mercado generaría otras aún mejores que las imaginé. Los lectores comprobarán que no me equivoco. Primero, la mayoría de las carreteras privadas probablemente no cobrarían un peaje. Las calles en zonas de negocios serían mantenidas por los comerciantes de la zona, quienes tendrían un gran incentivo en mantener en perfectas condiciones las carreteras y dejar libre paso. Las zonas residenciales serían menos frecuentadas y los residentes tendrían un incentivo para cargar peajes. Segundo, en relación a la privacidad, mencioné que el mercado se encargaría de indicar si mediante un sistema de facturas la posición de un supuesto criminal es revelada. El mercado tiene actualmente una solución mejor, en forma de cheque digital, similar a una tarjeta prepago de larga distancia. Los propietarios de carreteras y los sistemas de gestión transaccional nunca sabrían quién es usted. La tecnología ya está en uso.»

 

Nota: Todos los artículos de la saga traducidos por Fernando Barrera López de Lacalle

Cuarta entrega de la serie sobre la abolición del Estado de Brad Edmonds.

Después de unas primeras entregas más centradas en aspectos generales éticos, vamos viendo como podría mejorar la vida en el día a día si eliminaramos al monstruo burocrático, criminal y torpe en el que ha devenido el estado del bienestar.

A pesar de controlar casi la mitad del P.I.B. su ineficiencia es manifiesta por la misma razón precisamente que señalaron Mises y Hayek en su formulación del teorema sobre la imposibilidad del socialismo:

La incapacidad de un órgano planificador central de hacerse con toda la información necesaria para asignar recursos y emprender acciones sin un sistema de precios libre de interferencias que son la mejor guía de las necesidades de los ciudadanos.

Cuanto más se avanza en intervencionismo más nos acercamos al colapso y la némesis totalitaria como podemos ver en el contraste entre el moribundo sistema europeo y el algo menos socialista (y por tanto algo más libre y dinámico) sistema americano.

Hemos ido pasando de una oposición basada en la ética del derecho natural a otra centrada en aspectos utilitarios, visiones que pueden y deben ser complementarias en la lucha por construir una teoría de la Libertad.

Sin más, os dejo con el maestro.

Abolir el Estado mejora las carreteras
(Abolishing Government Improves the Roads)

Mire en el reverso de su tarjeta bancaria o de débito. Mire también en la de crédito. Quienquiera que sea su banco, en el reverso de la tarjeta verá los logotipos de otras entidades – Cirrus, Plus, quizás otras. Cirrus es un sistema de gestión bancaria de Mastercard; Plus es de Visa; así hay muchas. Existe cooperación entre compañías, y los gerentes de redes son independientes. Por ejemplo, las tarjetas de débito de Visa tienen un logotipo de Cirrus en su reverso.

Esto significa que usted puede usar su tarjeta de débito obtenida en pequeño banco local con tres sucursales para obtener dinero en efectivo de un cajero a lo largo de todo el país. Sí, cada banco le carga uno o dos dólares de comisión. Deben hacerlo. Un solo cajero cuesta 100.000 dólares, cuesta dinero mantenerlo y administrarlo (empleados tienen que poner dinero en él, y retirarlo a diario), y les cuesta a los bancos propietarios alquilar Cirrus para que circule el dinero.

Más importante es lo que aprehendemos de las habilidades del mercado. Una de las objeciones a la privatización de las carreteras es que tendríamos que parar en un peaje en cada cruce. Un viaje de cinco minutos al supermercado requeriría, para mí, tres peajes, 75 centavos, y llegarían a convertirse en ocho minutos, si tenemos en cuenta dicha objeción. Pero esto no es así, y he aquí el porqué:

Nuestro tiempo está valorado en peniques. Cirrus y Pulse nos cargarían, conjeturando en exageración, tres o cuatro dólares por proveernos de cintas magnéticas codificadas para nuestros coches. Maquinas instaladas sobre las carreteras, o sensores bajo el pavimento, contabilizarían sus desplazamientos. La información se transmitiría a Cirrus y a Pulse, y de ellas a sus proveedores de carreteras. Podría contratar el servicio en bonos de tres o cuatro meses, dependiendo de los medios de su proveedor. Algunos propietarios de carreteras, en los bosques, seguirían teniendo garitos de peaje, lo cual funcionaría a las mil maravillas – menos tráfico y un ritmo de vida más sosegado hacen que no sea un problema de gran importancia. Uso peajes a veces en Atlanta, y el retraso sólo es de unos pocos segundos.

No piense que sus gastos saldrían disparados, recuerde que las empresas privadas, las cuales tienen que satisfacer a los consumidores para permanecer en el comercio, proveen todo a mejor calidad y menor precio que el Estado, sin la repugnante inyección moralista de forzar a la gente a pagar aquello que no desea utilizar. El precio que usted paga por la gasolina probablemente contiene 50 céntimos por galón de impuestos para sufragar la carretera y su mantenimiento. Esto significa que, actualmente, estoy pagando unos 25 o 35 dólares mensuales por el uso de las carreteras. Con su privatización, los costes con total seguridad bajarían considerablemente. Esto ocurre siempre que algo es movido de las manos estatales a las privadas.

Hay otros beneficios que seguirían a la privatización de las carreteras. Las carreteras privadas existentes actualmente tienen menos accidentes que las públicas, en parte probablemente porque están mejor mantenidas: Si los constructores de carreteras privadas permiten que permanezcan baches, ganan reputación de tener altos porcentajes de accidentes o realizan reparaciones durante las horas punta de tráfico, deben vérselas con las demandas y con la decantación de la gente por otras carreteras.

La contaminación de los automóviles y su control serían regulados gracias a la privatización de las carreteras. Si la polución aumenta, los individuos residentes cerca de las carreteras contaminantes demandarían al objetivo más obvio: El propietario de la carretera. Estos por consiguiente cobrarían más a aquellos coches que no hubieran pasado una correcta revisión. Las fábricas de automóviles instalarían controles de polución en los coches y anunciarían lo bien que funcionan, como actualmente hacen Toyota y Honda. Lo realizan, pero con las regulaciones de niveles de polución del Estado y diciéndonos que tipos de controladores y de que empresa usar. Sin la interferencia gubernamental los ingenieros serían libres para proveer diferentes tecnologías para reducir costes y mejorar la potencia ofreciendo a la vez motores menos contaminantes. Con el justificante de revisión codificado en su vehículo señalando edad, fabricante y modelo, habría una cláusula separada de polución en su declaración mensual. Los conductores de los nuevos Hondas tendrían un descuento mientras que los de coches antediluvianos pagarían mayores precios que el estándar de los peajes.

¿No es grandioso el mercado? Sólo soy una persona describiendo las previsibles soluciones del mercado; imagine lo eficiente que serían 280 millones de mentes trabajando al unísono.

La realidad continúa proveyendo aparentemente obstáculos en la mente de los estatistas: ¿Qué hay sobre las nuevas carreteras y su dominio legal? De nuevo el mercado viene al rescate. Primero, puesto que las carreteras existen, el comienzo no involucraría más que a los empresarios interesados. (¿A quién pagarían cuando compraran las carreteras? A los acreedores del Estado. Una vez que el Estado vende todas sus tierras, la deuda estará pagada completamente. Incluso de esta manera, los nuevos caminos están siendo construidos en todo momento por los promotores inmobiliarios que compran la tierra y la destinan a los nuevos usos. Ellos construyen nuevas carreteras en su propiedad.

La tierra a través de Estados es barata en algunos sitos y cara en otros. Las anchas rurales interestatales no serían un problema. (Habría alguna correlación entre los peajes y la calidad/congestión). Los precios serían más altos donde los propietarios de la autopista no tengan competencia, y más bajos donde la gente tuviera alternativas. Si los precios de los tramos de autopista suben excesivamente, la gente usará aviones, trenes y autobuses, y de esta forma los propietarios de las autopistas se verán forzados a bajar los precios. (Si piensas que viajas gratis por la autopista, piensa de nuevo; estás pagando por los impuestos de la gasolina uno o dos céntimos por milla actualmente).

Cualquiera que quisiese construir una nueva carretera interestatal tendría el gran obstáculo de comprar tierra que posiblemente abarque cientos de millas. Ampliar y ensanchar las carreteras existentes seria más viable. En Los Ángeles y otras ciudades grandes donde el tráfico está constantemente entorpecido, los dueños de las pistas tendrían, estarían incentivados, y tendrían los suficientes fondos monetarios para comprar la tierra adyacente a las carreteras para que se puedan ensanchar. Los dueños también tendrían motivo para mejorar los intercambios, tal como el Spaghetti Junction en Atlanta. Las pistas, en general, mejorarían. (Yo le entreviste a un ingeniero de pistas hace unos años y me dijo que el diseño circular en las entradas cambia de radio a propósito, lo cual se caracteriza por tener que constantemente mover el volante, para «mantener alerta al conductor». ¿Quien de nosotros tiene problemas concentrándose durante quince segundos?)

Si no hubiésemos tenido el forzoso gobierno de los últimos 200 años, ¿podría haber surgido el sistema interestatal? No sabemos ni nos interesa. Sin un sistema interestatal, podríamos estar seguros de que igualmente tendríamos el comercio y quizás hasta bastante más (cuando se construyeron los ferrocarriles, financiados en parte mediante subsidios estatales, bastante tierra entre las costas no fue apropiada y por lo tanto se mantuvo disponible para su uso. Hoy en día seguiría disponible si no fuera por el gobierno). Tenemos lo que tenemos. La única manera de mejorar es abolir el gobierno.

La ultima pregunta: ¿Qué hay del asunto de Cirrus, y el resto, sabiendo donde estemos? (Al dueño solamente le interesaría el kilometraje). Los proveedores de servicios garantizarían la privacidad, como lo hacen hoy. En las estaciones gasolineras, donde se usa la tarjeta de crédito, años atrás el número completo de la cuenta se solía imprimir en el recibo. En la gran mayoría, ya no se imprime porque los proveedores de tarjetas de crédito presionaron a los comerciantes a que modificaran sus maquinas. Es verdad, sin embargo, que los proveedores de tarjetas pueden revelar su ubicación a alguna policía privada o agente de compañía de seguro si es que se presenta una evidencia contundente de que usted ha cometido algún crimen; el mercado determinaría si es que las compañías de tarjetas llegarían a hacer eso. Hoy lo hacen. La diferencia es que podría enjuiciar mas fácilmente a la compañía de tarjeta de crédito así como a la agencia que investiga los crímenes que al Estado hoy en día. La mejor manera para mejorar nuestras circunstancias es la de abolir el Estado.

Tercera entrega de la saga sobre la abolición del Estado de Brad Edmonds

Ahora que está caliente el tema de la Estrategia Libertaria, seguimos con la serie de Brad Edmonds para aprovechar la inercia de la discusión pues los temas tratados son similares.

En el menú de Categorías tengo una titulada «El Estado será abolido. Brad Edmonds» donde se podrá acceder a toda la serie porque quiero que estén siempre accesibles para cualquiera que desee consultarlos y no queden sepultados bajo nuevas entradas.

Este es el tercer artículo de una serie de seis y en él se dan consejos prácticos para ir minando el poder del estado. Disfrutadlo.

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Cómo desmantelar el Estado
(
How to Abolish Government)

Los comentaristas libertarios suelen discutir sobre las razones por las cuales el Estado no funciona como debería funcionar. Con el Estado hay muchas cosas que van mal y tantos ejemplos para apuntalarlo, que es sencillo documentar sus errores. Cogemos algo de vehemencia, después, para sugerir soluciones. Gran parte de este anhelo está equivocado pues ya hemos mencionado la solución definitiva repetidamente: Privatizar todo, desde la educación hasta las carreteras. Además, los escritores incurrimos a menudo en la equivocación de suponer que los lectores conocen lo que estamos pensando. Es normalmente el caso de que identificar el problema sería también encontrar la solución, pero no todo el mundo está en la misma onda – la mayoría de la gente (nosotros los escritores incluidos) no se da cuenta de todas las soluciones que ya están disponibles. Por esa razón, en artículos recientes, he linkeado algunos vínculos con buenas bibliografías, y que se refieren a casos concretos; ejemplos de actuales éxitos privados.

Yendo a otra cosa, deduzco que el verdadero problema es cómo conseguir llegar hasta allí. Como ejecutar las soluciones que sugerimos en contra del Estado; cómo lograr finalmente su supresión.

Primero, las buenas noticias: Estoy convencido de que el Estado será abolido (las razones del porqué las dejo para otro artículo), aunque esto tomará algo de tiempo. Por ahora, aquí tenemos algunas labores para acelerar el proceso.

Lo más eficaz que puede hacer es educar a sus hijos en casa. Esto es fácil de decir, pero hacerlo es realmente un gran trabajo. Tiene que hacer planes para vivir de una renta, lo cual asume que hay dos padres en casa. Muchos piensan que el que se queda en casa educando a sus hijos (esperanzadamente la madre) está haciendo un sacrificio. Afortunadamente, esto no es verdad. Las sofisticadas revistas culturales de Nueva York traen últimamente artículos que señalan que las madres con estudios y carrera desean cada vez más estar en casa y muchas de ellas parecen estar tomando la decisión de hacerlo. Es más, la educación en casa es atractiva y compensatoria para ambos padres. Es simplemente más divertida que los vehículos que puede adquirir con la segunda renta (a la vez que paga a alguien con menos talento, motivación y habilidad con el dinero robado a su vecino para adoctrinar a su hijo).

Cuando educa en casa, consigue niños bien educados, amantes de la libertad, autosuficientes y equilibrados, que le harán estar orgulloso, que estarán preparados y dispuestos a cuidar de usted en la senectud. Además se harán cargo del las riendas del mundo (estando capacitados para asegurar que nadie asuma realmente tal control, como hoy las Naciones Unidas intentan). Usted cría adultos articulados, agudos, y hábiles para persuadir a otros de los beneficios de vivir sin el violento Estado.

La educación en casa necesitará una o tres generaciones para provocar un efecto profundo en la sociedad. Afortunadamente, este tipo de educación (homeschooling) ha ido ganando adeptos y popularidad desde la década de los 70, la primera generación educada en estos pilares. El centro de esta generación está ganando actualmente todos los certámenes de matemáticas, literatura y geografía.

Otra cosa que puede hacer, en segundo lugar y a la vez que la educación casera, es competir con el Estado en la provisión de seguridad. Organice su vecindario y contrate como grupo a una empresa de seguridad privada. Si usted es empresario, emprenda su propia firma de seguridad. Es un negocio lo suficientemente grande que algunos Estados lo regulan férreamente. Esto significa que ya hay actualmente un mercado, y muchos son los que saben como iniciar el negocio.(*) Según los opositores izquierdistas de la seguridad privada, actualmente hay más policía privada que pública en los Estados Unidos, y esta primera está creciendo rápidamente. Ahora sería un buen momento para comenzar. La seguridad no es el único área donde puede competir con el Estado, es solamente la más obvia. Carreteras, servicio de bomberos, una escuela privada libertaria… usted decide, usted es el empresario. Competir con el Estado sólo requiere audacia e ingenio, y ya hay muchos emprendedores activos.

Si comprometerse las próximas décadas y años de su vida le parece desalentador, puede hacerlo solamente a ratos. Persuada a quien tenga poder político. Por cuaquiera que sea la razón, a los políticos les impresiona que le manden cartas de verdad más que por cualquier otra cosa. Mande cartas a todos los que le dirijan para cualquier decisión a tomar. Pregúnteles que elección tomar, y déles unas pocas, cortas e inteligentes explicaciones explicándoles el porqué. Por supuesto, siempre ha de decirles que voten de la forma más efectiva para reducir el poder del Estado. Esto requiere a veces exhortarles a votar en la forma que usted no desea, por ejemplo a favor del juego, la prostitución o las drogas. Todo voto dirigido contra la acción del Estado será un voto que aumentará o preservará la libertad, la prosperidad económica, y (lo crean o no) la moralidad pública. Si esto no redunda en un Estado menos fuerte, entonces impélalos a agarrar el toro por los cuernos –invente su propio comando de reducción estatal. Por ejemplo, si su senador en Washington está decidiendo si poner sentencias de diez o veinte años para los traficantes de droga, dígale que necesita escribir en lugar de ello sobre el retorno del poder sobre legislación de droga a los correspondientes Estados federados. Después dígales a sus legisladores estatales que deleguen la función en los condados. Así sucesivamente.

Incluso si le desagrada la idea de participar con el Estado, recuerde que puede decirle a su gobernador que no ponga nuevos impuestos y le votará, lo cual es un paso correcto hacia nuestro objetivo. Él no tiene por qué enterarse de que le estás moviendo en esa dirección para suprimir su empleo, que no le votará, o que no vota a nadie. Sólo necesita creer que le votará la próxima vez. Dentro de 40 años será más fácil desmantelar un Estado con tasas impositivas del 10% de su renta y sin ayudas sociales que abolir un Estado omnipotente como el que tenemos actualmente.

Compre un arma. Asegúrese de que puede usarlas eficaz y cuidadosamente. El mejor entrenamiento para el propietario de un arma se encuentra en el manual de aquella. Cuantas más armas tenemos, más seguros estamos antes los criminales ordinarios, ante la invasión extranjera y ante nuestro propio gobierno. En el caso de que se lo pregunte, la propia información gubernamental muestra como las armas privadas y sus dueños son más inofensivos para los niños y el público en general que las piscinas o la policía estatal.

Adéntrese en organizaciones, o funde la suya. Bucee en la red y encontrará asociaciones libertarias cerca de usted. Hará contactos y encontrará información muy útil. Además, cuando reúne recursos con otros simpatizantes de sus ideas, la educación pública y la implicación llegan a ser más prácticas. Cuando gente enérgica y librepensadora aúna voluntariamente sus fuerzas, puede levantarse una roca más pesada que la que podría una única persona. Y sí, pueden encontrarse algunos anarco-capitalistas extremadamente bien informados en las excursiones del Partido Libertario.

Finalmente, trabaje duro para informarse. Esto hace mucho más eficaz la persuasión de los oponentes. Utilice las bibliografías en LewRockwell.com. Éstas incluyen comentarios para ayudarle a seleccionar los libros que más le interesen, y los comentarios de los lectores en Amazon.com –seleccionando los más valiosos, porque podría no terminarse un libro que hable por debajo de su nivel o por encima de sus capacidades de comprensión. Usted estará capacitado para separar los críticos brillantes de los necios.

Otras cosas que puede hacer dependen ya de su energía e imaginación. Comience su propia web antiestatista. Envíe los artículos de LewRockwell.com a todos sus conocidos. Compre vegetales en mercados libres (o allí donde pueda evitar pagar los impuestos), o plante los suyos. Compre los libros de sus hijos de segunda mano. Existe incluso un mercado de planes de estudios usados (de educación en casa, o homeschooling).

Dense cuenta de que ninguna de estas soluciones sugiere que el Estado pueda ser suprimido de la noche a la mañana. La Revolución Americana (ambas) necesitó años para completarse. La revolución que deseo no requiere charcos de sangre, requiere atraer a las mentes y corazones lejos del lado oscuro, de una vez por todas. Cualquier individuo puede necesitar años para deshacerse del adoctrinamiento estatal que recibió.

Cuando la gente está convencida, educada y habilitada, vendrá con más soluciones; el trabajo estará en curso. Los sociedad anarco-capitalista mundial (también conocida como voluntaria) no sólo es posible, pienso que es inevitable; muchos ya están haciendo lo que he estado mencionando arriba, plantando la semilla del autogobierno en la mente de muchos individuos. Trabaje un día por ello, y permanezca en sintonía.

(*) Que existan algunos significa que podrán ayudarle a emprender su propio negocio. Sabrán que incrementar la visibilidad de sus negocios sólo significa más negocio, incluso dándole la oportunidad de ser uno de sus competidores. Hace tiempo, en un centro comercial había dos tiendas de descuentos de zapatos. Una se quemó. El propietario de la otra le ayudó a reconstruirla, porque la presencia de las dos tiendas incrementaba la visibilidad de la zona de venta de zapatos en el centro comercial. La presencia de un competidor aumentaba las ventas para la tienda no quemada. Cerca de mi casa, tres restaurantes de comida rápida han abierto sin 100 metros de diferencia entre ellos en los últimos seis meses. Tendrá ayuda para iniciar su negocio.

Segunda entrega de la serie de Brad Edmonds sobre la abolición del Estado

zerotolerance.jpgContinuamos con la segunda entrega de la serie de Brad Edmodns sobre la abolición del Estado. En la primera entrega, que era una especie de introducción se nos hablaba de «por qué» había que abolir el estado.

La respuesta era doble, por un lado se ponía el foco en la inmoralidad del mismo, encarnada en la necesidad de la fuerza y la coacción para hacer cumplir sus preceptos.

Por otro se señalaba la vertiente utilitarista del asunto y se nos pretendía hacer ver que unas relaciones basadas en la cooperación voluntaria y el beneficio mutuo en un mercado libre y sin restricciones de entrada redundan siempre en un contexto de mayor riqueza y bienestar.

Así se señalaba la preferencia por un sistema de Ley policéntrica aún en el supuesto de resultar menos productivo, pero si a una mejoría en los resultados sumamos la voluntariedad, la ausencia de coacción y una esencia más cercana a la inherente libertad del espíritu humano no nos queda más remedio que intentar transitar la senda marcada por estas dos proposiciones.

Sin más preámbulo os dejo con esta segunda entrega que trata de rebatir una de las principales objeciones que comunmente se hacen a este conjunto de ideas: a saber, que para llevarse a cabo debería ser en un mundo habitado poco menos que por ángeles dada la tendencia al crimen y el parasitismo del ser humano y el previsible caos que provocaría la ausencia de una autoridad centralizada detentadora del monopolio de la violencia.

POR QUÉ ABOLIR EL ESTADO NO RESULTARÁ EN CAOS
Why Abolishing Government Would Not Bring Chaos

 

He escrito recientemente acerca de que el Estado debe ser abolido. De entre las respuestas al artículo la mayoría fueron objeciones a la posibilidad de vivir sin el Estado. La mayoría de ellas similares entre sí: La violencia regirá la sociedad; las grandes empresas se volverán contra la pobre población, los Estados extranjeros invadirán los territorios libres; los vecinos opulentos saquearán a los indefensos y débiles; etc. Los libros a los que me referí en el artículo anterior responden a estas objeciones, pero ya que la mayor parte de nosotros (yo mismo incluido) no podrían comprar un libro en línea – y luego estar seguro leerlo – cada vez que navegamos por la red, plasmaré dichas objeciones aquí sucintamente, y daré links a los artículos de Internet en la medida de lo posible.

La tónica de estas objeciones hace aun más valiosa la refutación, como también lo hace el hecho de que de que parezca contraintuitiva la afirmación de que desmantelar el Estado traería más paz, seguridad y abundancia- tal como lo parece también que la forma de reducir la violencia por armas es permitir la libre tenencia de ellas.

Policía

Sin Estado, usted todavía debe vérselas con criminales locales. Muchos son los que piensan que es necesario un Estado para esta labor, y que incluso sin él la nación sería una selva violenta.

Mary Ruwart, en su libro, documenta con ejemplos de departamentos de policía privada en los USA. Estas agencias cargan sus honorarios de suscripción y proporcionan servicios de patrulla. En cualquier caso, la policía privada cuesta considerablemente menos que la estatal, produciendo reducciones significativas en los crímenes, debido a, entre otras cosas, patrullar más a menudo y comprobar las puertas y ventanas de las casas cuando sus propietarios se encuentran fuera. En otras palabras, los policías privados trabajan todo el día en vez de andar azuzando e intimidando conductores inocentes, tomando unos donuts en el bar o poniendo radares de velocidad. Ruwart relata que las administraciones locales han cerrado violentamente las agencias privadas y las han sustituido por policía estatal. Después de ello, el crimen y el coste han aumentado dramáticamente.

Hay agencias de seguridad privadas que proporcionan a lo largo de toda la nación seguridad a comunidades y ciudades, y son económicas y eficaces. ¿Por qué alguien abriría una empresa privada de seguridad? Por lo mismo que usted abriría una una consulta de dentista o una consultoría matrimonial: para dar un servicio valorado obteniendo un beneficio. Abolir la policía pública produciría empresarios que competirían con otros para hacer el mejor trabajo al coste más bajo logrando beneficios. De hecho ya tenemos a estos empresarios allá donde el Estado lo permite, y ellos han surgido porque la policía estatal es ineficaz mientras que los residentes están dispuestos a pagar por un buen servicio, tal como pagamos por la televisión por cable. Y lo más importante, una agencia privada de seguridad que dañase a los individuos y destruyese sus propiedades sería apeada del mercado por los consumidores, y los responsables de tales agravios serían demandados y encarcelados. En otras palabras, la agencia privada estaría contractualmente obligada a satisfacer a sus clientes. El mercado provee de incentivos a los negocios para que satisfagan lo mejor posible a sus clientes (la sociedad), y esto es aplicable a cada bien o servicio –carreteras, medicina, fontanería, ropa interior. Tal presión no puede ser aplicada a la policía del Estado.

Militares

¿En cuanto a los Estados foráneos que observan una próspera sociedad anarco-capitalista y deciden invadirla? ¿No necesitamos un ejército, pagado con impuestos, para defendernos de los agresores? Hans-Hermann Hoppe ha discutido esta cuestión minuciosamente: Ya, las empresas grandes de seguros poseen recursos financieros, el incentivo y las habilidades generales del negocio de asegurar (prever) la defensa nacional. Como clientes tendríamos la opción de pagar un poco más en el seguro del hogar y poder interponer una demanda en el caso de propiedad usurpada o daños personales resultantes de una invasión. Es bueno para las aseguradoras ofrecer servicios de defensa militar. Estas agencias pueden ser demandadas o apeadas fuera del negocio si proporcionan un mal servicio no manteniendo sus promesas o haciendo daño a la gente inocente al intentar cumplirlas.

Esto mejora: la profusa experiencia histórica muestra que los militares privados tienen incentivo para matar a menos enemigos y destruir la menor propiedad privada posible, quedando aun el incentivo para derrocar al enemigo. Todo esto está narrado y explicado detalladamente en el nuevo libro de Hoppe, El Mito de la Defensa Nacional, que habla de la defensa estatal, por supuesto, pero no se para ahí; hay numerosos ejemplos históricos de la superioridad de la defensa privada. Es más, las aseguradoras no tendrían nunca incentivos para iniciar una guerra -los aseguradores tendrían que pagar para ello de reservas, o aumentar los precios del cliente (mientras los clientes pueden cambiar de aseguradores); además los aseguradores tendrían que pagar la restitución y penas a cada víctima del daño colateral. Notablemente, si bien las aseguradoras actualmente ya son capaces de desarrollar un poder regional defensivo, la historia ha demostrado que tendrían una menor necesidad de preocupación por la invasión si muchos de nosotros estuvieramos armados en ausencia de las leyes y armas del Estado. (Probablemente las aseguradoras ofrecerían recompensas a los propietarios de armas por fomentar su uso.)

Una nota al margen: Como el pirado de Ross Peror sugirió al sobreactuar personalmente el ejército americano en Iran, los aseguradores ni siquiera tendrían que mantener sus propias fuerzas de defensa. Se desarrollaría un mercado de defensa de diferentes tipos y especialidades. Y, como en el caso de las agencias de protección en la actualidad (como el un 99,1% de las veces en las que un individuo respetuoso con la ley utiliza un arma para evitar un crimen), la empresas privadas de defensa raras veces tendrían que disparar.

Las grandes empresas

Sobre el abuso de los fuertes económicamente sobre los que no lo son, de nuevo la historia es nuestra guía. Como bien comenta Mary Ruwart, un connotado ejemplo es el de Petróleo Estándar [Standard Oil], habiendo sido considerado por muchos un monopolio más férreo que Microsoft. Petróleo Estándar llegó a ser un cuasi-monopolio bajando los precios –de 58 centavos el galón a ocho, por lo que pudo vender queroseno a los consumidores. Muy pronto, las demás petroleras mundiales se hicieron eco de la eficacia de Petróleo Estándar. Después Rockefeller recurrió a tácticas poco limpias para lograr el poder monopólico en Estados Unidos (el cual nunca tuvo, incluso en sus cimas Estándar tuvo competidores en constante reducción de costes y precios, sin embargo estuvieron normalmente siempre un paso por detrás). El único esfuerzo que tuvo algún efecto fue su activismo en lograr promulgación de leyes que contraerían la competencia. Por ahora la proporción de Microsoft en el mercado de sistemas operativos ha ido decreciendo constantemente en relación con Apple, Linux y otros, y estuvo decreciendo incluso antes del ataque antitrust del Estado.

De la seguridad pública contra las ávidas grandes empresas, Ruwart nos recuerda que antes de la FDA y sus requisitos aprobados, las revistas de mujeres rutinariamente lanzaban artículos comentando los efectos secundarios de las drogas en los mercados. Muchas agencias privadas de consumidores interesados existen actualmente, incluso el Estado está haciendo trabajo por nosotros. Puede suscribirse al Consumer Reports para informarse sobre la seguridad y fiabilidad de los productos. Los empresarios siempre surgen para tomar constancia de las necesidades sociales, y lo hacen siempre más rápido, más eficazmente y a un menor coste que el Estado. Los empresarios no disfrutan de la inmunidad soberana como los Estados, por eso son requeridos siempre por los clientes para que cumplan sus promesas, y los únicos que pueden optar por otro servicio son aquellos que van a ellos libremente, ofreciendo dinero.

Sin las licencias estatales, restricciones al comercio, regulaciones impuestas por el gobierno central y otros diques a los empresarios, habría más empresas para ofrecer servicios, no menos; y cualquier innovador que se acerque al monopolio disfrutaría de ganancias que atraerían la competencia. De esta manera, cualquier compañía que se acerque al poder y ganancias monopolistas en un mercado libre sembraría su propia caída. Ninguna empresa puede lograr el poder monopólico a menos que todo el mundo desee el producto de esa firma al precio ofrecido por ella. Ninguna potente corporación estará libre del constante y persistente control de los clientes y demás agencias.

Justicia

Seguiría habiendo crimen en una sociedad sin Estado, pero sería menos frecuente sin leyes de armas, como John Lott ha mostrado reuniendo datos de los últimos 100 años de USA. Habida cuenta de que siempre existe gente mala, necesitamos un sistema de tribunales. Bruce Benson (lee algunos textos en su web, y pulsa este link para comenzar uno de sus libros) ha escrito ostensiblemente sobre el tema de la justicia privada, mostrando ejemplos de la praxis actual para demostrar no solamente que estos sistemas son más baratos, más eficaces y de mayor disponibilidad que los que ofrece la justicia estatal, sino que también los incentivos para cometer crímenes decrecen con la policía y tribunales privados. Además, la reincidencia y violencia entre presidiarios se reduce bajo el sistema privado de prisiones. Los sistemas de prisiones privadas producen beneficios, la restitución a la víctima, y pueden producir ingresos, a veces sustanciales, para los convictos, sin el requerimiento de los impuestos. Nada de esto debería sorprender: Alguien cuyo porvenir depende de la satisfacción de sus clientes tiene un fuerte incentivo para hacer las cosas bien. Los empleos estatales obturan este incentivo. Los tribunales privados deberán, con el tiempo, impresionar a sus clientes –ganadores y perdedores- con su juego limpio y ecuanimidad.

Y como todo en una sociedad anarcocapitalista es voluntario, el criminal estaría posibilitado para elegir entre varias prisiones privadas (eligiendo la que mejor salubridad o condiciones de vida tenga, o aquella en la que pueda lograr sus máximos ingresos demostrando sus habilidades, de ese modo acortando su encarcelación) o simplemente ignorar la decisión del tribunal. ¿Qué ocurriría con un criminal que rehúse entrar en prisión o restituir el bien dañado a la víctima? Como Benson demuestra, históricamente aquellos criminales que han ignorado sus penas, han sido considerados por la sociedad como “fuera de la ley”. El seguro de la víctima debería confiscar coactivamente parte o toda la propiedad del criminal para pagar los costes del tribunal y la restitución de la víctima.

Las aseguradoras no harían esto a la ligera, dada la existencia de tribunales de apelación y a que las aseguradoras que confiscasen coercitivamente la propiedad del agresor, tendrían que responder por sus errores en el caso de que existan. Las siempre vigilantes agencias de consumidores, semejantes a las que ahora tenemos, publicarían los errores de las aseguradoras. En Estados Unidos, hoy en día mucha gente que tiene propiedades confiscadas por el Estado y que son después encontrados inocentes esperan años a la devolución de sus propiedades, frecuentemente dañadas; y a veces el Estado hasta les cobra el almacenamiento. Por el contrario, una aseguradora, tendría que hacer la completa restitución por el error, y pagaría con compensación o incluso castigo punitivo. Cuando alguna compañía de ese tipo enfrente presiones coercitivas de parte del cliente, podrán estar seguros que aquella presión será igualada por presiones del mercado para no usar la coacción. Las aseguradoras a diferencia de los partidos políticos tenderán a colaborar entre ellas fuera de los juzgados, primeramente. En una sociedad libre los negocios simplemente no tienen incentivos para recurrir a la agresión.

La suposición de que la gente es fundamentalmente buena

Las restantes son las objeciones a libertad de la “naturaleza humana” en aras del Estado. Una protesta común es que un mercado completamente libre requiere que la gente sea fundamentalmente buena. Esto no es correcto; por el contrario, lo que hace funcionar a un mercado es que los individuos actúan en propio interés. En todos los campos del esfuerzo fuera del Estado, los empresarios deben atraer y captar a sus clientes. Esto pueden hacerlo únicamente complaciéndoles, induciéndoles de que les compren siendo los consumidores totalmente libres para hacerlo a cualquiera. Los seres humanos ya están interesados, y quieren ser satisfechos. Por lo tanto, el mercado es un centinela 24 horas al día los 7 días de la semana con 280 pares de ojos y oídos. Cada uno de esos 280 millones de consumidores obtienen menos ingresos de los que quisieran y por consiguiente actuarán comprando de manera discriminatoria. Esto se aplica a los clientes de las agencias privadas de policía y aseguradoras que ofrecen cobertura ante los desastres naturales, invasiones extranjeras etc., justamente como ocurre con el cliente de zapatos. Todos se ven demandando productos y servicios a precios razonables –usted hace esto a diario- y todos tienen un más asequible y mejor recurso contra fraudes y poco éticas manufacturas cuando la justicia privada funciona.

Establecer todos estos sistemas privados es fácil: Los empresarios realizan todo el arriesgado y dificultoso desarrollo del negocio para usted, mientras se preocupa de vivir tomando las decisiones por el camino que consideres más adecuado. Así es como hace la crítica y decide qué firmas, empresas o soluciones son apeadas del mercado y cuales continúan en él.

Utopía

Entonces, ¿es el anarcocapitalismo utópico? Evidentemente no; mucho de lo atractivo de la ausencia de coerción estatal es como el mercado trata los conflictos que cualquier adulto reconoce como inevitables. El anarcocapitalismo es en este sentido igual que cualquier otro sistema político. Los sistemas políticos están dispuestos a tratar y solucionar los problemas. Bajo un mercado completamente libre, tiene 280 millones de mentes americanas trabajando para solventar los conflictos, votando voluntariamente con sus dólares por la mejor solución para cada uno de ellos bajo sus propias circunstancias. Bajo un Estado coercitivo, usted tiene un diminuto porcentaje intentando tratar los problemas para todos, y sin embargo todos son obligados a aceptar las soluciones del Estado a punta de pistola.

Muchos lectores habituales de LewRockwell.com conocen más acerca de mi obra; espero que los nuevos lectores de la teoría libertaria y los de otros ambientes que lean esté artículo busquen en los links arriba indicados y encuentren que hay una montaña de principios, aunando la historia pasada con la presente, que nos dicen que podemos hacer todo lo que hace el Estado, y mejor. Los individuos actuando libremente en sus propios intereses siguen demostrando esto, y lo hacen no gracias a la benevolencia del Estado, sino a pesar de él.

Primera entrega de la saga. Aboliendo el estado.

Traigo aquí y le dedico una categoría porque no quiero se se vea sepultado por entradas más recientes, la serie de Brad Edmonds sobre la abolición del estado.
Está dividida en seis partes y ya ha sido publicada en español, que yo sepa, en los blogs de Jorge Valín y Manuel Lora. Sin más:

POR QUÉ EL ESTADO DEBE SER DESMANTELADO
(Why Government Must Be Abolished)

Los lectores normalmente no comprenden mi posición fundamental y se extrañan cuando digo cosas semejantes a “la constitución de los EE.UU. es un error irrelevante e ineficaz” o “no deberíamos bombardear ciudades en Irak y Afganistán “. Los lectores a veces me acusan de ser comunista o algo parecido cuando digo algo contrario a los postulados del Partido Republicano o los neoconservadores.

Primero, una cosa debe ser aclarada: La democracia representativa republicana no es lo opuesto al comunismo. Bajo nuestro sistema de gobierno actual todo el mundo es animado a votar lo que desee. Después, el Estado apunta sus armas contra la díscola minoría, que discrepa de la mayoría, y fuerza a los primeros a pagar dinero para sufragar aquello que no quieren. Esto es la perversión de la justicia. Es una concepción netamente errónea. Incluso en nuestros albores, cuando los senadores para el Congreso de EE.UU. no eran elegidos por el pueblo, sino designados por las asambleas legislativas de cada Estado (y por consiguiente, por extensión por los supuestamente mejores y más lúcidos), nuestra forma de gobierno no era más que una forma disfrazada del gobierno de la turba.

Lo verdaderamente opuesto al comunismo es el anarco-capitalismo, bajo el cual no hay Estado opresor, y ningún adulto está obligado a hacer aquello que no desee. Esto se extiende incluso a la justicia crimina. Los datos empíricos respaldan mi reivindicación de que este tipo de civilización sería más pacífica y próspera que cualquiera impuesta coercitivamente, y abarcan todos los años de la historia conocida, pudiendo ser descubierto en cualquier civilización que miremos. Para esto, sindico al lector a todo aquello que pueda encontrar en LewRockwell.com, Mises.org y, en Amazon.com, a buscar autores como Lew Rockwell, Mary Ruwart, Hans-Hermann Hoppe, y Bruce Benson. Si sigue mi consejo y lee todo lo que pueda de estos autores, en seis meses tendrá una nueva biblioteca, una montaña de conocimiento a lo que recurrir, y la convicción de que de que el coactivo Estado debe ser desmantelado.

Mientras tanto, el lacónico razonamiento de por qué debe ser abolido el Estado se sustenta en dos exposiciones. El Estado es una institución inmoral y es siempre ineficiente en la práctica.

El Estado es inmoral

Por tradición y lógica, el Estado para lograr sus fines tiene que recolectar tributos. Esto requiere robar, a punta de pistola dinero (propiedad privada) a todos sus súbditos, incluso a aquellos que no desean sus proyectos. Esto es robo a mano armada. No hay otro término que lo pueda definir. El Estado prosigue en su labor, primero porque tiene más armas que los saqueados, y segundo porque la población ha llegado a creer, tras tantos años de adoctrinamiento público, que semejante latrocinio es necesario para la conservación y progreso de la civilización.

Los filósofos más retorcidos están invitados a escribirme para discrepar, pero sostengo que es evidente que no hay ningún buen acto que para ser llevado a cabo requiera otro malo. Por ejemplo, “matar poca gente para salvar a mucha” nunca ha encontrado en la historia humana aplicación práctica fuera de la guerra, la cual siempre concierne a Estados, quienes imponen sus ideas y moral a los demás. No hay una emergencia natural o escasez de recursos que requiera la perpetración del mal para conseguir un bien. No está permitido conseguir un bien comenzando por un mal.

El Estado no funciona

No se ha encontrado un solo ámbito en el que la acción del Estado sea más eficiente o eficaz que la proveída por los empresarios en el mercado. Esto se refiere también, obviamente, a la sanidad y educación pública; incluso el público en general sabe esto. Ya es menos obvio (excepto para estudiosos de historia), que esto puede ser aplicado a las carreteras, la justicia y la defensa militar. Para datos empíricos sobre todo esto vuelvo a remitirme a los autores que ya nombré.

Hay dos razones por las que el Estado nunca funciona en la práctica. Primero, el 100% de los empleados estatales operan bajo incentivos distorsionados. Ningún empleado del gobierno tiene como regla cardinal el servir al cliente (este acicate empresarial), mientras que el 100% de los empresarios si. Los empleados del gobierno electo tienen incentivos solo para servir a la mayoría, y esto ha de conseguirse siempre a expensas de la minoría. La vía por la que esto funciona es para el Estado rapiñar lo máximo posible a la minoría para entregar bienes gratuitamente a la mayoría.

Los designados funcionarios de carrera tienen como incentivo expandir su territorio y agradar a sus jefes. Si sus jefes son electos –ver el párrafo anterior. Si sus jefes son burócratas de carrera, el incentivo de los funcionarios subordinados es gastar todo el dinero posible, y después decir al año siguiente que necesitan más. De esta manera, su objetivo es ineficiente –lo opuesto de servir lo mejor al cliente.

Finalmente, los funcionarios son sindicalistas irredentos. Los sindicatos trabajan para salvar empleos, pero siempre a expensas de los consumidores. Lo único que interesa a estos últimos es juzgar y recompensar a cada empleado individualmente, basándose en el servicio dado. Los sindicatos trabajan por el objetivo opuesto, siempre pidiendo mayores salarios y menos trabajo. Únicamente para esto pagan los sindicalistas sus cuotas.

La segunda razón por la cual el gobierno nunca puede funcionar se debe a la creación de leyes que impone coactivamente a la totalidad de la población. Primero, las leyes estatales pueden tener –la mayoría de las veces así ocurre – consecuencias imprevistas.: Las leyes de salario mínimo siempre desembocan en más paro y crimen; las leyes de “igualdad de oportunidad” en el trabajo provocan siempre la contratación basada en el color de la piel en vez de aquella fundamentada en la capacidad individual. La Ley de Americanos Discapacitados ha provocado muchos conflictos en los lugares de trabajo, especialmente en el servicio de Correos de USA, etc.

Segundo, las leyes del Estado son utilizadas siempre para aventajar a aquellos que tienen incentivos para hacer el mal. Por poner un ejemplo, los contaminadores tienen permitido contaminar hasta cierto nivel por la EPA (Environmental Protection Agency). De esta manera, los contaminadores no tienen responsabilidad alguna para con los terratenientes cuya flora y fauna han destruido en tanto en cuanto pueden probar que están dentro de la ley. Si la gente tuviese auténticos derechos de propiedad, buscarían la restitución apoyándose en los daños ocasionados, y no en las leyes obedecidas. Bajo las circunstancias actuales los juicios se pierden o ganan teniendo en cuenta solamente si se respetaron las leyes positivas, y el daño irrogado es irrelevante. En otro caso, Enron utilizó leyes contables para evitar perdidas en la balanza de pagos de otras compañías de las que ellos eran copropietarios. Enron realizó compañas de contribución para comprar el favor y el silencio de los legisladores americanos. Fue la bolsa la primera que advirtió de los “problemas” de Enron.

Tercero, el Estado crea ineluctablemente perdedores, consiguiendo escenarios de ganar/perder, mientras que en el mercado son de ganar/ganar. Todas las leyes gubernamentales crean ganadores y perdedores, excepto las leyes penales, que nos hacen perdedores a todos. Bajo el Estado coercitivo, normalmente los criminales salen de las prisiones peor de como entraron, y las víctimas son obligadas a punta pistola a pagar la estancia y mantenimiento de estos. Además, las víctimas tienen escaso derecho a la restitución. Mencioné las leyes de medio ambiente, las cuales hacen parcialmente ganadores a los contaminadores y totalmente perdedores a todos los demás. Elija la ley que desee y encontrará inmediatamente un perjudicado.

Pues tal es mi postura. No confundan la crítica hacia la constitución de los USA, a la jura de lealtad, o a la guerra preventiva americana, con el comunismo. Ambos, el sistema americano de gobierno y el anticuado soviético comunista, tienen de base el mismo mecanismo: La fuerza letal aplicada a la totalidad de la población para abastecerse (el Estado) de lo necesario sin tener que justificarse.

Que el Estado es moralmente inicuo es razón suficiente para abolirlo, incluso si las soluciones del mercado no fueran una mejoría. Que estas soluciones son siempre mejores –más eficaces, más pacíficas, más justas, más productivas- debería ser todo lo necesario para convencer hasta al estatólatra más impenitente de que todos los gobiernos deberían ser desmantelados. Lastima que las estadísticas se encuentren denigradas por sus motivaciones personales.

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